No, yo no escribo

No, yo no les escribo a ellos
no sobre masas celulares,
no de humanos,
ni de personas
ni dignas ni esclavos.
No, no al tiempo,
no a los sentimientos
no a los dialogos cruzados,
no a ti ni a mi
no escribo de nadie
y creo
que no escribo en realidad.
No, yo escribo a la realidad,
escribo las historias,
a lo abstracto e intangible
que puede ser un recuerdo.
Escribo a la existencia dependiente,
a quienes he dado vida
en mi imaginario de personas y animales.
Escribo atrapando fotones que algún niño nombró colores,
que algún niño nombró uno a uno
y yo los repito.
A veces creo que no escribo,
que el azar ható mis manos a manchas
y el mismo azar les dio un sonido.
No, yo no canto sin cantar
sin sonido alguno,
canto por que lo quiero
por que lo soy,
por eso canto.
Perderme en el universo que es la mente sin cuerpo,
no creer que es simbiótico
saberse mundo.
No, yo no escribo a la vida,
ella me narra cada instante,
yo derramo manchas
ellas cobran sentido
y sin leerlas son más que nada
y lo son todo
cuando todo acaba.

Cuadro purpura y los ojos en la oficina.

Dos pasos restan para terminar, me detengo a pensar un momento antes de finalizar mi recorrido, levanto por medio segundo la mirada hasta que descubro dos luces que me apuntan, bajo mi cabeza y sigo sin avanzar. Comienzo a sentir una especie de nudo en la garganta, mi respiración se agitaba lentamente y bajo mis costillas la sangre estaba como loca nadando en el corazón; trago saliva y abro los ojos, con miedo los abro y miro a la puerta abierta que tengo frente a mi, comienzo a caminar erguido como si nada pasara y tomo asiento en el sillón que se encontraba en la habitación. Mientras mis piernas se doblan lentamente frente al asiento, mi mente ya comenzaba a volar en una colérica lluvia de pensamientos de todo tipo, un frenesí nervioso me atacaba mientras mis glúteos se posaban sobre el cuero frío de la cómoda y acolchada butaca que estaba en ese lugar.

Espero unos momentos, aclaro mi garganta y antes de que pueda siquiera pensar que decir una voz tersa y joven toma mi turno y comienza a hablar. Que es un buen lugar, todo es tranquilo entre otras cosas tratando de tranquilizarme al ver mis nervios, en algún momento dejé de prestar mucho atención en sus palabras y me pierdo en un cuadro que estaba detrás de ella, era un joven desnudo al parecer bailando en lo que para mi es un campo de guerra, los colores son peculiares, fríos y opacos con el contraste de mucho rojo y violeta que me sobrecoge un poco. Concéntrate, me digo a mi mismo, giro mis ojos nuevamente a los de ella, de un intenso café, muy brillantes, grandes y profundos me desconcentraban tanto o más que la pintura, mejor miro sus labios. Hablaba y parloteaba de una manera espectacular, ya ni recuerdo para que estoy aquí, solo puedo pensar en esos ojos desde este mismo lugar mirando el cuadro; pienso en como ella con esos ojos enormes y brillantes se paraba quizás en este mismo lugar y miraba ese cuadro con el joven bailándole a los caídos en el campo de guerra, trazando con su cuerpo grisáceo un color purpura intenso sobre las pocas hierbas que viven aun en ese destrozado suelo.

Detesto como a veces me desconcentro tanto, a veces llego a creer que estoy muerto y que nunca me percaté de aquello, creo que quizás esta sea el mundo de los muerto, o mis últimos trazos de conciencia antes de morir definitivamente, a veces me duermo pensando en que en algún momento me atropelló un auto o me asaltaron con algún arma y en mi descuido no me percaté, pienso que seria una opción, porque después de todo, ni si quiera se por que pienso en esto cuando los labios de ella detrás de su escritorio me hablan y en cualquier momento podrían preguntar algo. Sí es como yo creo, quizás de lo mismo si le respondo o no, después de todo solo son recuerdos que de una u otra manera pasan en mi cerebro casi sin signos vitales.

Mejor apuesto a lo seguro, le pregunto por lo ultimo que dijo, como excusa tengo el hecho de que no le comprendí muy bien los puntos que estaba tratando, me mira por un segundo y su extraña reacción me incomodó un poco. Sonríe y me mira, me pregunta por el cuadro y si es por eso que en realidad no le presté atención. No me queda más que admitir mi derrota, le digo que efectivamente es así, que es un cuadro muy llamativo y que algo tenia que no podía dejar de mirarlo. Me sonrió nuevamente y yo sin creerlo, intenté simular un bufido silencioso que me provocó la sorpresa, ella se acerca y toca mi mejilla tan suave que mis piernas flaquean por un instante, atraviesa la puerta y se va.

Solo me quedé, solo ante el cuadro que aun me miraba cortésmente y así hice yo, le devolví cortes la mirada con una ligera reverencia y mantuve la postura por un instante. Giro mi cabeza ante un ligero ruido y entran los labios y estos seguidos por lo ojos las manos y los glúteos de ella. Joven y cordial como el primer instante, se para al lado mio y sin dudar me abalanzo sobre mi conciencia y dejo salir un gran chorro de palabras, un enorme chorro de incontables palabras todas ellas llenas de colores, sonidos, formas y sabores. Las habían verdes, azules y grises ,otras del color que toma uno al levantarse a tomar café, otras eran agrias como el color verde de el pasto sobre el tejado de mi vecina. Eran innumerables palabras y temí lo peor, la sala se vio inundada por el enorme chorro de palabras. Consternado tomo de la mano a la señorita de la habitación y la llevo conmigo a un lugar más seguro, esas palabras terminarían ocupando todo el lugar, mi boca seguía escupiendo mientras que mi cuerpo huía vertiginoso.

Al final del recorrido me senté a tomar un respiro, le pregunto si está bien, no me responde y le vuelvo a preguntar con el corazón casi en la mano, me volteo a mirarla y veo nuevamente la oficina, desde una desconocida perspectiva, ella frente a mi tocando mi sexo y danzando sobre mi pelvis con mis manos en sus pechos y sus labios no se donde y el hombre del cuadro purpura nos miraba desde fuera del cristal sin cambiar su gesto, era una muestra de arte, solo eso era mi cuerpo tras la explosión.

El hotel

Eres mi mejor recuerdo,
el paso de la noche a la mañana
el mediodía en la fría mañana.
Y simil te recuerdo
naces como pesadilla
como a quien
no quiero ver nacer
de mi mente
de mis sueños.
Eres el color que veo
al abrir mis ojos
moribundos de agonia
de la agonia del aire frio
que eres y serás
que nunca desee que fueras
en lo que tornaste sin más.
Siento que el aire
fluye por mis ojos,
torturando las lagunas
de esa luna
donde aun vives,
huésped indeseable
huesped de agonía
huesped del ultimo segundo
y el primero y los que siguen
y de todos
los que fueron y no,
huesped de mi mirada absorta
y mis llantos nublados
huesped de mis manos
de mi brisa y mis alagos
y sobretodo huesped
huesped de mi vida
de mi tortura
y gozo
huesped de agonía.

Un poco de tabaco, por favor.

Vas y te miro…
Ella, la otra
ella cierra sus ojos,
las luces de color
su dulce voz canela.
…Te pregunto que miras,
tus ojos no responden,
el aire encendido
de tus labios que me besan
que deseo
y me consumen,
el aire entre nosotros.
De mis pies nace el humo,
me sonrojo y te miro
me miras y veo tus ojos,
me miras, me consumes
y me vuelves a encender.
(Un poco de tabaco, por favor – Alejandro Gonssáless)

De como muere la voz del mundo

Como esas voces
ya nada canta
ni la luz del féretro
en sus mares de lamentos
y despedidas.
Que fueron dos, tres
cientos y solo uno
los que miran al cielo
con los parpados abajo
y su silencio derramado.
Como esas voces
ya nada canta
ya nada canta
ni el abismo en sus cuencas
y manos calcinadas.
Las estelas nacen
al mirar su recuerdo inocente.
Esperanzas e ilusiones
el poder, las razones.
Y miro el desfile,
ese mar de en vida muertos
Te escucho hablar de nuevo
y la marcha sigue
el discurso sigue
el engaño no termina
y tu voz perece.
(De como muere la voz del mundo – Alejandro Gonssáless)

El ocio (cuento con moraleja)

Uno, dos, tres…para que seguir contando, el tiempo es limitado y no queda mucho que hacer, todo es efimero pero a la ves me persigue como eterno. El silencio de mi mente, placentero lugar donde me gusta descanzar sin más que el silencio y yo. No, a veces ni si quiera entro yo, solo el silencio mientras lo observo atento, como expectador de mi propia mente, del vacio de mi mente que no quiere contestar a mis llamadas, quizas no escucha el ring del telefono, no lo se, o más bien si lo se, pero me engaño a mi mismo para pensar que no, despues de todo, lo veo desde el vidrio de mi casa.

Qué más da si me habla o no, lo importante es que me acoje tranquilo y me deja descanzar cuando no haga nada, los pocos momentos de no hacer nada. Quien diria que es tan valioso hacer nada en estos tiempos, el ocio es casi un lujo, más valioso que un yate, un porche o unas vacaciones en el tropico. Si bien en unas vacaciones podria descanzar, comer, bañarme y salpicar agua tan templada como solo el tropico puede ofrecer; a pesar de todo eso no es ocio, solo un momento de distracción, la mente en otro lugar, el cuepo en pantalones cortos y los ojos mirando de seguro el cuerpo de cualquier mujer que se mató en el gimnacio todo el año. El ocio, por otro lado, es detenerse y sentarse a tomar un café con uno mismo, conversar de la vida, de politica, de futbol o de lo que sea que uno hable con amigos, pero con uno mismo. Y no hablo de hablar mirado un espejo, hablo más bien de hablar solo, gesticular, emitir palabras sin que nadie, además del yo, escuche un apice de lo que dices. Es entonces el arte de pensar, hablar y discutir con uno mismo, solo así la mente crea tranquila, mientras la veo cambiarse ropa sin incomodarse.

Toco la puerta y me responde ella, me dice que tome asiento, que es un gusto verme nuevamente por aquí, pero que tenemos que hablar de algo. Me imagino lo peor, siempre he sido así por eso no me extraña, pero siempre me asustan estas situaciones. Se acerca a mi, me mira a los ojos sin decir nada, me da una cachetada en la cara y me despierta con un sonoro estruendo.

-¡Weón!, deja de dormir en clases,el profe ya te cachó; o por lo menos deja de roncar.

Moraleja, el ocio es importante, pero si lo dejas para altas horas de la noche te puede traer unas pequeñas secuelas al día siguiente.

Tu

Un dulce vals donde todos bailan sin siquiera conocerse y amparan su vida en un orgasmo de blanca espuma de mar. Te contemplo mirando tus caderas infinitas, donde el fuego se oculta de la noche y los barcos se pierden en tu magestuoso cuerpo de color cristal y me pregunto si realmente eres la gran portadora de musas que cada noche a los poetas salen a depredar. Hablo solo de una y es sin igual, diosa de vida y creacion, destruccion y romance; me pregunto si eres realmente la diosa del elegante y siniestro oceano terrenal.

XIX.-

Poema escrito por : T.moreno

 

 

 

 

 

 

¿Por qué te dibujaste a grafito?
¿Ya no quieres que te vea?

Se fueron las migas,
Se fueron con tu recuerdo,
Se fueron y no me llevaron,
Se fueron como si nada.

¿Sabes? La tinta es más firme,
La tinta soporta ya mil años.
¿Por qué a grafito?
¿Ya no existes?

Te fuiste como el viento,
Te pintaste en el mar,
Pero aunque me bañe en ti,
No te siento, ya no.

Maldito árbol que no se queda,
Maldito sea el árbol que…
Sin raíces, no queda sujeto.

Pequeño grafito,
¿Dónde están tus raíces?

Muerto entonando su propio requiem

Un segundo que se delata frente a mis ojos, el tormento de verlo pasar, uno tras otro uno tras otro, solo caminando libre en mis ojos el sabor de la vida, el sabor del frío viento mojando el ultimo suspiro; el cielo, como mirar el enorme cielo sin caer, mirándolo de espaldas me veo en su infinito, no veo nada, pero lo puedo sentir, el frío, el semblante amable del campesino, el olor a flores marchitas, el olor del pasto humedecido por los cantaros de los que veo, silencio, el crujir de sus ojos mirando como estupefactos el final; como no desear el ultimo suspiro de la mañana primaveral, el tardío rocío de sus hojas en mi techo, mi lecho, mi cuna; ¡ha!, el silencio de los pasos sobre la lluvia de sus memorias, sobre mi lecho y mis suspiros de vida en los rincones de ella, vida, vida, vida; camino sobre mis mismos pasos, recostado contra mi espalda mirando el infinito mientras contemplo el paso de las nubes congeladas en el cielo, el cielo de mis años de juventud, como deseo esas carreras sobre la tierra donde duermo, mi boca yerta sobre mis labios, el rocío, el rocío sobre mis pestañas y el campesino corre sobre sus incredulos pies; ahí viene ella; sueño ya sin poder soñar, mirando el horizonte del final en un instante tan corto y maravilloso, como te quisiera recordar, segundo de mi vida, segundo del todo por detrás, lo definitivo; llegando en su caballo con mis ojos perdidos en los suyos, en ese segundo solo imagino los velos. Nunca me gustó el negro, pero me lo imagino justo ahora en las cabezas de los que me ven bajando poco a poco al ultimo instante de mi respiración letal.

Pabellón 26

Estoy en medio de un solitario pasillo, en medio del observador instante de las ventanas a las tres de la tarde. Es aquí donde me encuentro, a las puertas del pabellón 26, solo, al menos eso creo.

A lo lejos veo otras personas, a una creo conocerla, me parece que en algún momento de mi vida la vi, aunque no me importa. Tengo que esperar, una gripe o algo parecido me tiene aquí, esperando, solicitando contra mi voluntad las frías manos del médico auscultando mi pecho. Estoy solo, en este pasillo.

Tomo mi lugar en una de las bancas, están frías, como todo en este lugar. Me acomodo un poco y me doy vuelta para ver la ventana, siento como la suave luz de esta entra, dándome un mínimo instante de calor en ese inquietante lugar de espera. El gusto dura poco, el frío se deja asomar, el tiempo se alarga sin piedad, miro la hora y faltan cinco minutos para las tres de la tarde.

La ausencia de personas o alma alguna además de la mía me comenzaba a agobiar lentamente, la cerámica del piso me inspiraban cierta sensación sobrecogedora y poco amable, cada cuadro, uno por uno, me observan penetrando en mis pupilas clavando fugazmente gélidas estacas en mi cerebro, es el frío de las saetas el que me carcome y duele, las puñaladas son solo una molestia. Dejo de concentrarme en el piso para calmar el dolor, ya no estoy en el pasillo, ya no espero impaciente en el mismo pasillo sobre el cual me encontraba hace unos minutos, me inquieta pensar que estoy dentro de una maquina, sórdida y desesperante maquina de insonora agonía.

Pavor, el instante mismo me carcome por dentro, mis ojos clavados al mismo tiempo en todo el pasillo, cada ves más largo, más frío y horrible, desesperante  y mortal me atrevería a decir. Hace unos instantes mis sonoros pasos en recepción, el tibio sol acariciándome en la entrada del recinto, todo.  Siento como si respirara hielo molido en filosos cristales bajo cero absoluto, todo se congela frente a mi, nada más se mueve, solo yo con mis sordos quejidos, ¡quiero llorar!.

Tomo el reloj rápidamente con mis torpes manos temblando, miro la hora, tres de la tarde con dos minutos, siento que lentamente enloquezco. Un silencio espectral ensancha el pasillo, mis ojos perturbados observan como este se alarga y desaparecen sus murallas en el infinito y oscuro horizonte. No hay salidas, mucho menos entradas, el antes angosto pasillo era ahora una gigantesca y sepulcral cámara donde solo estoy yo, unos cuantos y fríos asientos y la ventana. Me saturan enfurecidos ruidos espectrales provenientes de mi mente, el sonido tan ajeno a ese pasillo ahora es rellenado con figuras en mi mente, ruidos tan mudos e inexistentes que ni si quiera estoy seguro de escuchar, los cristales de hielo mental me penetran y el horror se funde en cada uno de mis poros. Sonidos mudos inundan mi estancia, cadavéricas manos nacen de la solitaria ventana a la nada, solitarias manos que acarician mi cabello en un acto de paranoia que me asusta no por su ser, si no más bien por lo cuerdo que esto resulta ser. Perturbadoramente bellas y sobrecogedoras mientras en mi mente grito y lloro en estas eternas horas de esperas por que algo pase, algo, o alguien que se acerque a este maldito pasillo. Mi única compañía, tomo mis manos como mis únicas armas contra ese mal invisible e inexistente, siniestro.

La desesperación toma parte de mis nervios, cada mínima fibra de mi cuerpo me pide a gritos salir de aquel salón donde antes estaba el pasillo, escapar de ese calabozo mental lleno de angustiantes sentimientos y el pesado hielo que arranca a pedazos mi alma por mis ojos. El aire es denso, oscuro y sigiloso, frío y quejico en este maldito infierno.

Mis ojos desorbitados, mi boca aterrada , mi piel rugosa y asombrada, mi respiración suena hasta el fondo de mi cuerpo, el pánico reina en mis manos temblorosas por el frío y la nostalgia de hace solo unas horas atrás, creo que estoy enloqueciendo, no, no lo estoy, aunque el frío me atormente o la palabras lluevan solas rompiéndose al caer, mañana pensando, el pasillo se desmorona, el miedo, lágrimas que no pienso dejar caer, el desierto, aves afuera vuelan tan libres, perros y gatos callejeros, libertad, en mi mente y el pasillo, estoy confinado, ¿eternamente?,quiero escapar, las manos se traslucen en el vidrio, el piso, si, si, si, si. ¡NO!, ya comenzó, se ríen en silencio, cerámicas del piso, silencio, ¡silencio!, silencio, respira y cálmate, respira, no tengas miedo, mi mente, el fin.

Tres con veintisiete minutos, el pasillo colapsa por fin en su antigua forma fría y solitaria, mis ojos se alegran al ver unos paso entrar por el colérico horizonte , una mujer busca al mismo doctor que yo, me saluda cortésmente y se sienta a mi lado, se sienta a mi lado, a mi lado cuando el pabellón 26 vuelve a aparecer.