Cuadro purpura y los ojos en la oficina.

Dos pasos restan para terminar, me detengo a pensar un momento antes de finalizar mi recorrido, levanto por medio segundo la mirada hasta que descubro dos luces que me apuntan, bajo mi cabeza y sigo sin avanzar. Comienzo a sentir una especie de nudo en la garganta, mi respiración se agitaba lentamente y bajo mis costillas la sangre estaba como loca nadando en el corazón; trago saliva y abro los ojos, con miedo los abro y miro a la puerta abierta que tengo frente a mi, comienzo a caminar erguido como si nada pasara y tomo asiento en el sillón que se encontraba en la habitación. Mientras mis piernas se doblan lentamente frente al asiento, mi mente ya comenzaba a volar en una colérica lluvia de pensamientos de todo tipo, un frenesí nervioso me atacaba mientras mis glúteos se posaban sobre el cuero frío de la cómoda y acolchada butaca que estaba en ese lugar.

Espero unos momentos, aclaro mi garganta y antes de que pueda siquiera pensar que decir una voz tersa y joven toma mi turno y comienza a hablar. Que es un buen lugar, todo es tranquilo entre otras cosas tratando de tranquilizarme al ver mis nervios, en algún momento dejé de prestar mucho atención en sus palabras y me pierdo en un cuadro que estaba detrás de ella, era un joven desnudo al parecer bailando en lo que para mi es un campo de guerra, los colores son peculiares, fríos y opacos con el contraste de mucho rojo y violeta que me sobrecoge un poco. Concéntrate, me digo a mi mismo, giro mis ojos nuevamente a los de ella, de un intenso café, muy brillantes, grandes y profundos me desconcentraban tanto o más que la pintura, mejor miro sus labios. Hablaba y parloteaba de una manera espectacular, ya ni recuerdo para que estoy aquí, solo puedo pensar en esos ojos desde este mismo lugar mirando el cuadro; pienso en como ella con esos ojos enormes y brillantes se paraba quizás en este mismo lugar y miraba ese cuadro con el joven bailándole a los caídos en el campo de guerra, trazando con su cuerpo grisáceo un color purpura intenso sobre las pocas hierbas que viven aun en ese destrozado suelo.

Detesto como a veces me desconcentro tanto, a veces llego a creer que estoy muerto y que nunca me percaté de aquello, creo que quizás esta sea el mundo de los muerto, o mis últimos trazos de conciencia antes de morir definitivamente, a veces me duermo pensando en que en algún momento me atropelló un auto o me asaltaron con algún arma y en mi descuido no me percaté, pienso que seria una opción, porque después de todo, ni si quiera se por que pienso en esto cuando los labios de ella detrás de su escritorio me hablan y en cualquier momento podrían preguntar algo. Sí es como yo creo, quizás de lo mismo si le respondo o no, después de todo solo son recuerdos que de una u otra manera pasan en mi cerebro casi sin signos vitales.

Mejor apuesto a lo seguro, le pregunto por lo ultimo que dijo, como excusa tengo el hecho de que no le comprendí muy bien los puntos que estaba tratando, me mira por un segundo y su extraña reacción me incomodó un poco. Sonríe y me mira, me pregunta por el cuadro y si es por eso que en realidad no le presté atención. No me queda más que admitir mi derrota, le digo que efectivamente es así, que es un cuadro muy llamativo y que algo tenia que no podía dejar de mirarlo. Me sonrió nuevamente y yo sin creerlo, intenté simular un bufido silencioso que me provocó la sorpresa, ella se acerca y toca mi mejilla tan suave que mis piernas flaquean por un instante, atraviesa la puerta y se va.

Solo me quedé, solo ante el cuadro que aun me miraba cortésmente y así hice yo, le devolví cortes la mirada con una ligera reverencia y mantuve la postura por un instante. Giro mi cabeza ante un ligero ruido y entran los labios y estos seguidos por lo ojos las manos y los glúteos de ella. Joven y cordial como el primer instante, se para al lado mio y sin dudar me abalanzo sobre mi conciencia y dejo salir un gran chorro de palabras, un enorme chorro de incontables palabras todas ellas llenas de colores, sonidos, formas y sabores. Las habían verdes, azules y grises ,otras del color que toma uno al levantarse a tomar café, otras eran agrias como el color verde de el pasto sobre el tejado de mi vecina. Eran innumerables palabras y temí lo peor, la sala se vio inundada por el enorme chorro de palabras. Consternado tomo de la mano a la señorita de la habitación y la llevo conmigo a un lugar más seguro, esas palabras terminarían ocupando todo el lugar, mi boca seguía escupiendo mientras que mi cuerpo huía vertiginoso.

Al final del recorrido me senté a tomar un respiro, le pregunto si está bien, no me responde y le vuelvo a preguntar con el corazón casi en la mano, me volteo a mirarla y veo nuevamente la oficina, desde una desconocida perspectiva, ella frente a mi tocando mi sexo y danzando sobre mi pelvis con mis manos en sus pechos y sus labios no se donde y el hombre del cuadro purpura nos miraba desde fuera del cristal sin cambiar su gesto, era una muestra de arte, solo eso era mi cuerpo tras la explosión.

No siempre es fácil entender

…“Es simple”.- Decía el mientras ella simplemente no entendía palabra alguna. “En verdad no se que haces para no saber”.-Clamó resignado rascándose la cabeza y apenas mirándola a los ojos. En ese momento un ave atravesó volando la ventana abierta de par en par, se posa en la mano de ella y se desvanece convirtiéndose en un puñado de arena tan suave y blanca como la nieve.“¿Ahora lo entiendes?”.-Dijo mirándola con mayor seguridad a los ojos, pero sin dejar de vacilar. Ella atónita por lo que vio cubrió sus ojos y comenzó a llorar un pequeño río de pétalos rosa que lentamente amenazaba con llenar la habitación. 
El le sonríe y ella sin entender el por que. Nuevamente la mira a los ojos y ambas almas se conjugaron y volvieron en si en menos de un segundo, ínfimo momento que bastó para que el río se tiñera de transparentes aguas y la arena volviera a vivir, mas ahora en un corazón pequeño y delicado que palpitaba sin sangre y sin cuerpo en medio del escritorio.
Juntos tragaron nerviosos, la escena cambiaba, la luz mutaba a noche y las velas que ahora los empapaba de un suave vaivén de cálidos colores relucían en medio del paisaje oscuro de la campiña, el se arrodilla y sin mas acto que mirarla a los ojos sin soltarla un segundo extiende la mano cubierta de rozas y otras preciosas flores, una carta tallada a mano con tinta y papel y unos dedos que temblaban nerviosamente al contacto de las hojas. 
Se levanta mirándola, sin despegar los ojos y se acerca delicadamente…
A los cinco minutos ella no despierta y el desespera, la ambulancia tardando mas de lo común dejándola morir ahí, sofocada por el tormento de todavía no entender.