Cuadro purpura y los ojos en la oficina.

Dos pasos restan para terminar, me detengo a pensar un momento antes de finalizar mi recorrido, levanto por medio segundo la mirada hasta que descubro dos luces que me apuntan, bajo mi cabeza y sigo sin avanzar. Comienzo a sentir una especie de nudo en la garganta, mi respiración se agitaba lentamente y bajo mis costillas la sangre estaba como loca nadando en el corazón; trago saliva y abro los ojos, con miedo los abro y miro a la puerta abierta que tengo frente a mi, comienzo a caminar erguido como si nada pasara y tomo asiento en el sillón que se encontraba en la habitación. Mientras mis piernas se doblan lentamente frente al asiento, mi mente ya comenzaba a volar en una colérica lluvia de pensamientos de todo tipo, un frenesí nervioso me atacaba mientras mis glúteos se posaban sobre el cuero frío de la cómoda y acolchada butaca que estaba en ese lugar.

Espero unos momentos, aclaro mi garganta y antes de que pueda siquiera pensar que decir una voz tersa y joven toma mi turno y comienza a hablar. Que es un buen lugar, todo es tranquilo entre otras cosas tratando de tranquilizarme al ver mis nervios, en algún momento dejé de prestar mucho atención en sus palabras y me pierdo en un cuadro que estaba detrás de ella, era un joven desnudo al parecer bailando en lo que para mi es un campo de guerra, los colores son peculiares, fríos y opacos con el contraste de mucho rojo y violeta que me sobrecoge un poco. Concéntrate, me digo a mi mismo, giro mis ojos nuevamente a los de ella, de un intenso café, muy brillantes, grandes y profundos me desconcentraban tanto o más que la pintura, mejor miro sus labios. Hablaba y parloteaba de una manera espectacular, ya ni recuerdo para que estoy aquí, solo puedo pensar en esos ojos desde este mismo lugar mirando el cuadro; pienso en como ella con esos ojos enormes y brillantes se paraba quizás en este mismo lugar y miraba ese cuadro con el joven bailándole a los caídos en el campo de guerra, trazando con su cuerpo grisáceo un color purpura intenso sobre las pocas hierbas que viven aun en ese destrozado suelo.

Detesto como a veces me desconcentro tanto, a veces llego a creer que estoy muerto y que nunca me percaté de aquello, creo que quizás esta sea el mundo de los muerto, o mis últimos trazos de conciencia antes de morir definitivamente, a veces me duermo pensando en que en algún momento me atropelló un auto o me asaltaron con algún arma y en mi descuido no me percaté, pienso que seria una opción, porque después de todo, ni si quiera se por que pienso en esto cuando los labios de ella detrás de su escritorio me hablan y en cualquier momento podrían preguntar algo. Sí es como yo creo, quizás de lo mismo si le respondo o no, después de todo solo son recuerdos que de una u otra manera pasan en mi cerebro casi sin signos vitales.

Mejor apuesto a lo seguro, le pregunto por lo ultimo que dijo, como excusa tengo el hecho de que no le comprendí muy bien los puntos que estaba tratando, me mira por un segundo y su extraña reacción me incomodó un poco. Sonríe y me mira, me pregunta por el cuadro y si es por eso que en realidad no le presté atención. No me queda más que admitir mi derrota, le digo que efectivamente es así, que es un cuadro muy llamativo y que algo tenia que no podía dejar de mirarlo. Me sonrió nuevamente y yo sin creerlo, intenté simular un bufido silencioso que me provocó la sorpresa, ella se acerca y toca mi mejilla tan suave que mis piernas flaquean por un instante, atraviesa la puerta y se va.

Solo me quedé, solo ante el cuadro que aun me miraba cortésmente y así hice yo, le devolví cortes la mirada con una ligera reverencia y mantuve la postura por un instante. Giro mi cabeza ante un ligero ruido y entran los labios y estos seguidos por lo ojos las manos y los glúteos de ella. Joven y cordial como el primer instante, se para al lado mio y sin dudar me abalanzo sobre mi conciencia y dejo salir un gran chorro de palabras, un enorme chorro de incontables palabras todas ellas llenas de colores, sonidos, formas y sabores. Las habían verdes, azules y grises ,otras del color que toma uno al levantarse a tomar café, otras eran agrias como el color verde de el pasto sobre el tejado de mi vecina. Eran innumerables palabras y temí lo peor, la sala se vio inundada por el enorme chorro de palabras. Consternado tomo de la mano a la señorita de la habitación y la llevo conmigo a un lugar más seguro, esas palabras terminarían ocupando todo el lugar, mi boca seguía escupiendo mientras que mi cuerpo huía vertiginoso.

Al final del recorrido me senté a tomar un respiro, le pregunto si está bien, no me responde y le vuelvo a preguntar con el corazón casi en la mano, me volteo a mirarla y veo nuevamente la oficina, desde una desconocida perspectiva, ella frente a mi tocando mi sexo y danzando sobre mi pelvis con mis manos en sus pechos y sus labios no se donde y el hombre del cuadro purpura nos miraba desde fuera del cristal sin cambiar su gesto, era una muestra de arte, solo eso era mi cuerpo tras la explosión.

El ocio (cuento con moraleja)

Uno, dos, tres…para que seguir contando, el tiempo es limitado y no queda mucho que hacer, todo es efimero pero a la ves me persigue como eterno. El silencio de mi mente, placentero lugar donde me gusta descanzar sin más que el silencio y yo. No, a veces ni si quiera entro yo, solo el silencio mientras lo observo atento, como expectador de mi propia mente, del vacio de mi mente que no quiere contestar a mis llamadas, quizas no escucha el ring del telefono, no lo se, o más bien si lo se, pero me engaño a mi mismo para pensar que no, despues de todo, lo veo desde el vidrio de mi casa.

Qué más da si me habla o no, lo importante es que me acoje tranquilo y me deja descanzar cuando no haga nada, los pocos momentos de no hacer nada. Quien diria que es tan valioso hacer nada en estos tiempos, el ocio es casi un lujo, más valioso que un yate, un porche o unas vacaciones en el tropico. Si bien en unas vacaciones podria descanzar, comer, bañarme y salpicar agua tan templada como solo el tropico puede ofrecer; a pesar de todo eso no es ocio, solo un momento de distracción, la mente en otro lugar, el cuepo en pantalones cortos y los ojos mirando de seguro el cuerpo de cualquier mujer que se mató en el gimnacio todo el año. El ocio, por otro lado, es detenerse y sentarse a tomar un café con uno mismo, conversar de la vida, de politica, de futbol o de lo que sea que uno hable con amigos, pero con uno mismo. Y no hablo de hablar mirado un espejo, hablo más bien de hablar solo, gesticular, emitir palabras sin que nadie, además del yo, escuche un apice de lo que dices. Es entonces el arte de pensar, hablar y discutir con uno mismo, solo así la mente crea tranquila, mientras la veo cambiarse ropa sin incomodarse.

Toco la puerta y me responde ella, me dice que tome asiento, que es un gusto verme nuevamente por aquí, pero que tenemos que hablar de algo. Me imagino lo peor, siempre he sido así por eso no me extraña, pero siempre me asustan estas situaciones. Se acerca a mi, me mira a los ojos sin decir nada, me da una cachetada en la cara y me despierta con un sonoro estruendo.

-¡Weón!, deja de dormir en clases,el profe ya te cachó; o por lo menos deja de roncar.

Moraleja, el ocio es importante, pero si lo dejas para altas horas de la noche te puede traer unas pequeñas secuelas al día siguiente.

Pabellón 26

Estoy en medio de un solitario pasillo, en medio del observador instante de las ventanas a las tres de la tarde. Es aquí donde me encuentro, a las puertas del pabellón 26, solo, al menos eso creo.

A lo lejos veo otras personas, a una creo conocerla, me parece que en algún momento de mi vida la vi, aunque no me importa. Tengo que esperar, una gripe o algo parecido me tiene aquí, esperando, solicitando contra mi voluntad las frías manos del médico auscultando mi pecho. Estoy solo, en este pasillo.

Tomo mi lugar en una de las bancas, están frías, como todo en este lugar. Me acomodo un poco y me doy vuelta para ver la ventana, siento como la suave luz de esta entra, dándome un mínimo instante de calor en ese inquietante lugar de espera. El gusto dura poco, el frío se deja asomar, el tiempo se alarga sin piedad, miro la hora y faltan cinco minutos para las tres de la tarde.

La ausencia de personas o alma alguna además de la mía me comenzaba a agobiar lentamente, la cerámica del piso me inspiraban cierta sensación sobrecogedora y poco amable, cada cuadro, uno por uno, me observan penetrando en mis pupilas clavando fugazmente gélidas estacas en mi cerebro, es el frío de las saetas el que me carcome y duele, las puñaladas son solo una molestia. Dejo de concentrarme en el piso para calmar el dolor, ya no estoy en el pasillo, ya no espero impaciente en el mismo pasillo sobre el cual me encontraba hace unos minutos, me inquieta pensar que estoy dentro de una maquina, sórdida y desesperante maquina de insonora agonía.

Pavor, el instante mismo me carcome por dentro, mis ojos clavados al mismo tiempo en todo el pasillo, cada ves más largo, más frío y horrible, desesperante  y mortal me atrevería a decir. Hace unos instantes mis sonoros pasos en recepción, el tibio sol acariciándome en la entrada del recinto, todo.  Siento como si respirara hielo molido en filosos cristales bajo cero absoluto, todo se congela frente a mi, nada más se mueve, solo yo con mis sordos quejidos, ¡quiero llorar!.

Tomo el reloj rápidamente con mis torpes manos temblando, miro la hora, tres de la tarde con dos minutos, siento que lentamente enloquezco. Un silencio espectral ensancha el pasillo, mis ojos perturbados observan como este se alarga y desaparecen sus murallas en el infinito y oscuro horizonte. No hay salidas, mucho menos entradas, el antes angosto pasillo era ahora una gigantesca y sepulcral cámara donde solo estoy yo, unos cuantos y fríos asientos y la ventana. Me saturan enfurecidos ruidos espectrales provenientes de mi mente, el sonido tan ajeno a ese pasillo ahora es rellenado con figuras en mi mente, ruidos tan mudos e inexistentes que ni si quiera estoy seguro de escuchar, los cristales de hielo mental me penetran y el horror se funde en cada uno de mis poros. Sonidos mudos inundan mi estancia, cadavéricas manos nacen de la solitaria ventana a la nada, solitarias manos que acarician mi cabello en un acto de paranoia que me asusta no por su ser, si no más bien por lo cuerdo que esto resulta ser. Perturbadoramente bellas y sobrecogedoras mientras en mi mente grito y lloro en estas eternas horas de esperas por que algo pase, algo, o alguien que se acerque a este maldito pasillo. Mi única compañía, tomo mis manos como mis únicas armas contra ese mal invisible e inexistente, siniestro.

La desesperación toma parte de mis nervios, cada mínima fibra de mi cuerpo me pide a gritos salir de aquel salón donde antes estaba el pasillo, escapar de ese calabozo mental lleno de angustiantes sentimientos y el pesado hielo que arranca a pedazos mi alma por mis ojos. El aire es denso, oscuro y sigiloso, frío y quejico en este maldito infierno.

Mis ojos desorbitados, mi boca aterrada , mi piel rugosa y asombrada, mi respiración suena hasta el fondo de mi cuerpo, el pánico reina en mis manos temblorosas por el frío y la nostalgia de hace solo unas horas atrás, creo que estoy enloqueciendo, no, no lo estoy, aunque el frío me atormente o la palabras lluevan solas rompiéndose al caer, mañana pensando, el pasillo se desmorona, el miedo, lágrimas que no pienso dejar caer, el desierto, aves afuera vuelan tan libres, perros y gatos callejeros, libertad, en mi mente y el pasillo, estoy confinado, ¿eternamente?,quiero escapar, las manos se traslucen en el vidrio, el piso, si, si, si, si. ¡NO!, ya comenzó, se ríen en silencio, cerámicas del piso, silencio, ¡silencio!, silencio, respira y cálmate, respira, no tengas miedo, mi mente, el fin.

Tres con veintisiete minutos, el pasillo colapsa por fin en su antigua forma fría y solitaria, mis ojos se alegran al ver unos paso entrar por el colérico horizonte , una mujer busca al mismo doctor que yo, me saluda cortésmente y se sienta a mi lado, se sienta a mi lado, a mi lado cuando el pabellón 26 vuelve a aparecer.

Huella de un sentir

Una noche solitaria Él caminaba, sin persona ni enigmas, ni un alma que estorbara, Él padecía de dolor de sentidos, privación de olvido y aun peor de existencia simple y burda, esa noche el caminaba transformado en humano.

Frotaba sus cienes con dolidas rocas de papel llenas de agua negra, dulce, toxica y transparente como el duro aire en el. Luego de media hora, dos minutos y 57 segundos, notó lo frágil del tiempo, esa semana ya no era media hora. Su gris mirar contemplaba los meses y poco a poco cayó enfermo por los años de andar.

Que frágil que era, bastó sentir cada segundo tan largo como un día y los días como un quebrado suspiro al aire impuro que lo matará en ese momento.

Cuando Él miró tras de si, recordó cada misero paso antes de ser, o mejor dicho ya no ser el humano que nunca comprendió. Vio en un sutil pétalo de pobre alzado su primer y ultimo paso, vio nacer en sus ultima bocanada el primer olor de la vida, el placer de reír…el placer de llorar.

Ya en su más remota y austral lagrima se despide del que su historia escuche, su descendencia y entendidos que nunca entendieron su andar, sus suspiro del alma inexistente, su suspiro de alma mortal.

Recuerdo de una muerte (capitulo 2)

Trato de calmarme, pero la imagen sigue en mi alborotada mente. Nunca antes desperté de tal manera, mi cuerpo frío y empapado temblaba fuertemente. Mis ojos inyectados en sangre a puntos de romper en llanto, miraban desesperados toda la habitación en busca de algo. ¿Que buscaban?, no lo se, quizás plumas, vidrios, o algo que demostrara que aquello fue real. La pesadilla no fue etérea como otras veces, cada detalle en la cara de Alexandra, ver sus ojos, aunque endemoniadamente rojos y vacíos me recordaba su tiempo en la tierra de los mortales. El contacto, ¿como pude sentir su fría piel tocar la mía?. Era solo un sueño, uno muy corpóreo y real.

Miro a mi puerta en busca de señal alguna , ningún alma posaba sus pies en esa habitación durante años, solo el desamparado espíritu quebrado que por las noches solo dormía y de día solo existía aunque sin saberlo realmente. Miles de recuerdos abarrotaron en un segundo mis pupilas, el miedo no era el mismo que el unos segundos, ahora sentía el temor de no vivir, un silencio espantoso penetraba cada milímetro de piel, el frío inexistente inquietaba y los fugaces recuerdos lentos en mi mente destruían a su paso, uno por uno, sin piedad y en armas mortales, cada pieza de confianza, ya no quería si quiera estar de pie, la ventana me miraba, el suelo me devoraba lentamente y yo sin saberlo, las murallas amenazaban en aplastar y el tejado se despedía cruel y riendo para no celar ya mas nunca mi destruida y encogida capa de vida y lanzarla al profundo espacio, gélido, solitario, y desconocido.

En ese momento no sería una pésima idea, el cuerpo del cosmos era igual a como yo, un maldito condenado y solitario, frío como solo el mas frío de los hielos polares puede ser y misterioso incluso para si mismo. Cada segundo de depresión se acumulaba con el terror, gota tras gota, pensaba en como dejar de sentir, un segundo bastaría de tranquilidad y el mundo, mi mundo sería mejor…

Algo duele en la espalda, miró fijamente el techo, clavado con sus ojos inyectados en sangre en un punto del infinito que deseaba tocar, su cuerpo yacía inmóvil, no respiraba. La muerte escondida se asoma en sus ardientes cuencas, saluda con una mueca grotesca y burlona, ¿Como imaginas a la dueña de toda vida? Ni aunque la vieras como el en ese momento podrías saberlo, una pútrida mano hermosa llena de yagas y flores marchitas tocó y acaricio el pómulo del cadáver en vida que al infinito miraba, se dejaba seducir lentamente, la sombra encapuchada escondía cada símbolo de belleza, un aire desolador atacaba cada una de sus pieles rotas y ancianas por el tiempo, era ver el sufrimiento de la vida, o el intento de existir que llamamos vida. Seductora, con su otra mano acaricia el pecho del inmóvil, ásperas portadoras de putrefacción ungían desesperanza en el ser que ya no era, que poco a poco tornaba su pálida piel joven y viva, en papel frágil como el tiempo casi transparente y sin brío, gris y nauseabunda piel de muerte en vida que anhelaba solo reconocer que su amada Alexandra solo eran sus palabras sin cumplir, sus deseos y frustraciones, su mediocre existencia sin propósito, inútil vida sin recursos ni talentos, solo llantos y unas malditas y horribles hojas que de nada servían. Palabras vacías, otras tan feas como su no melodioso cantar a los cielos, su vida era un fracaso que ahora acababa en un burdo sueño infantil, donde la muerte ahora encima de el devoraba piel y hueso mientras el resto de alma retorcida y sin sentir observaba sin llorar ni quejar. Alexandra ni en muerte ni en vida logró alcanzar y ahora, como todos en algún momento un eterno descansar, reposar de la delicada tela de vida que no supimos aprovechar, y ahora tu que con cada letra que lees disfrutas de la muerte, solo te advierto algo, nunca a Alexandra lograras alcanzar, es solo la barrera de la muerte, la trampa mortal que de preámbulo a la cena de la caprichosa ha de servir, solo por eso te condeno a servir el plato de la gula cuando llegue y prepárate que algún día llegará tu final y si buscando a Alexandra vives o no vives por lo mismo, te juro por tu misma vida que has de sufrir los embates de la muerte vacía y sin vida.

Solo unos trozos de vida le quedaban, caprichosa ella llama a la bestia de su pesadilla, la que sus ojos lo atormentaron y cautivaron antes de despertar para morir, Alexandra saboreaba cada sobra de huesos,carne y sangre en su víctima.

Nunca mas…

Ciego por tus ojos

A cada momento recuerdo lo que no quiero. Detesto aquella fría mirada que no me deja respirar, quisiera que mis ojos no sintieran ese dolor al ver la gélida y penetrante mirada ausente en las palabras de todos. Cráteres profundos en las agitadas aguas de mi mente, ¿por que tengo que sentirte si no estas presente? Solo quiero saber ¿por que te necesito sin siquiera conocerte? Solo quiero saber.

Dame tu mano y sentémonos a la orilla de la luna viendo como las estrellas desfilan danzantes y hermosas como siempre las tocamos, viendo en la piel de cada una suaves pétalos de roza que adornan pacíficamente sus preciosos cuerpos etéreos e inexistentes como tus caricias y tus besos, los mismos que ahora añoro desesperadamente al igual que el viajero perdido clama por agua de vida…yo lloro por tus palabras e íntimos roces.

Quiero alcanzar mis ojos y arrancarlos de la montaña, dejar de buscar esas reliquias de leyendas poco creíbles, imaginar que ya nada existe y seguir mi camino en el horizonte. Pero solo quiero abrazarte y dulce como mil granos de azúcar en la sinfonía de nuestras lágrimas bajo la lluvia besarte en tus recuerdos y borrar todo mal del pasado, hacer que el amor sea ciego nuevamente, solo sentir al otro, besarte con mis manos vacías y llenarlas de euforia. Ya no existes, nunca estuviste, solo te pensé.

Quiero ver como duermes a mi lado, amarte como nunca nadie lo hizo eternamente acariciarte aunque sea en un segundo, amarte indignamente y no ser correspondido como ultima elección, pero al menos saber que existes y no estoy solo en este mundo de largas lenguas de fuego sin control, que giran y giran dando volteretas en mi ya destrozado suelo.

Es el tiempo el que suena en mi ventana, moviendo ramas y limpiando el polvo del piso, revelando lo oculto por la misma tierra que me cegaba en mi propio hogar, me hace ver tu cara pero nuevamente quedo ciego por la luz que irradia tu imagen en mi patio, algún ángel te trajo a mis puertas y estoy ciego nuevamente y no te puedo ver. Tu estás perdida y yo conozco tu hogar, déjame llevarte a el, pero preséntate como la que encandila mis razones y que lograba mis lágrimas lloren por el desconsuelo eterno de no saber quien eras ni donde estabas. Solo en ese momento lograré ser feliz.

El libro (parte 2)

Ella quita rápidamente sus ojos de los mios, la apenada sonrisa en su expresión me decía algo. Me aventuro en saludarla; quizás hablar un poco, sobre el clima, sus gustos, conocerla y seguir viendo esos ojos. Bacilo al intentar pararme, su espontánea ternura me tenía un poco tembloroso.-¿Qué hago?. Me digo en voz baja. Intento ponerme de pie, pero una extraña sensación me impedía ponerme de pie. Tercamente me pongo de pie y me dirijo lentamente al arbusto donde ella se escondía.

Aclaro mi garganta para hacer notar que quiero que me mire, amablemente y con mis mejores palabras la saludo, grande fue la sorpresa al recibir la misma respuesta tan amablemente con su tranquila y temblorosa sonrisa, su melodiosa voz me recordaba una antigua serie que veía de mas niño, la personaje tenia una voz tan hermosa, simplemente perfecta y ahora la vuelvo a escuchar de la boca de alguien real, fantástica y preciosa. Le pregunto si puedo sentarme junto a ella, me hace un sutil ademán mientras me dice que si.

Como si por años nos conociéramos y viejos amigos de infancia fuéramos, charlamos tan amenamente mientras yo la miraba a los ojos cuando hablaba. Le pregunto sobre el libro que traía, me relata tan vivamente que ese es su libro favorito sobre personajes e historias que sinceramente no entendía, sus labios tan gráciles al hablar me distraían a cada momento. El tiempo se hacia nada junto a ella, terminamos tan cerca el uno del otro, yo la abrazaba cálidamente y la mantenía entre mis brazos, siento nuevamente aquellos granos de café tostado que me examinaban, le devuelvo la mirada y fue en ese momento culmine donde la sensación se hizo materia, sus labios susurraban bésame, el viento dulcemente soplaba nuestros cabellos, palpitaban nuestros corazones al ritmo de las nubes que se despedían en la noche. Ese beso fue tan largo como sus cabellos, infinitos en el firmamento, mis ojos cerrados soñaban con los suyos, cada segundo incontable y eterno, pero al mismo tiempo tan corto como la vida.

El sol se perdía y las nubes se oscurecían, el violeta intenso grabado en mi memoria como el sabor de su boca. Llegó el momento de despedirnos, tomo su mano y la acaricio alargando el momento, me sonríe dulcemente y me besa en la mejilla, me regala su libro de historias. Me encarga que lo cuide y se lo de la próxima ves que la vea en el mismo lugar. Su silueta se perdía en aquel horizonte de arboles y nubes, y yo miraba perdido en el momento a ese amor tan fugaz. En un agitado salto despierto de mis fantasías, ya era tarde, casi oscurecía por completo y yo acostado en el frío césped con el viento congelando mis mejillas. Miro en busca de ella, ni si quiera sabia su nombre, pero quería saber si aun estaba ahí, busco desesperadamente el arbusto donde hablamos largamente, ni si quiera el mínimo rastro de ese manojo de plantas. ¿Fue todo un sueño?, esto no podía ser real, aquella interminable mirada nunca existió.

Me paro triste y comienzo a caminar a mi casa, el frío acechaba y mis manos se congelaban, busco abrigarlas en mis bolsillos, cuando el solido tacto me paralizó, el libro estaba en ahora en mis manos esperando a ser leído y devuelto.

El libro (parte 1)

Era tarde, el cielo de la ciudad cubierto por los arrebolados rebaños que tanto me gustaba apreciar. Ese color de despedida a cada minuto apaciguaba más y más, dejándome plácidamente dormido en el limpio pasto de esa plaza donde suelo pensar.

Abro nuevamente mis ojos un poco confundido por la somnolencia, solitariamente me senté en la fresca hierva con mi cabeza llena de pensamientos de lo cotidiano.-Tengo prueba mañana,trabajo la otra semana, presentaciones…Pero también pensaba en lo que sentía en ese momento, ese tajante y extraño agujero en mi pecho, el vacío que no te deja soltar palabras de amor y que te recuerda tantas cosas, como el simple eco de la soledad en esa caverna silenciosa.

Distraídamente miré a mi derecha; luego a la izquierda; la misma puesta de sol en esa casi vacía plaza, las plantas, los árboles, animales y nubes de costumbre en ese lugar; dirijo mi mirada esta ves, a mis pies que yacían frescos y tranquilos en el susurrante césped, desvío un momento mi mirada al arbusto de enfrente, cuando de manera tan fugaz y sorpresiva ante mi sombra se encontraba una preciosa chica de cabello largo como el tiempo mismo y unos ojos de un precioso marrón tan intenso y profundo, que de no ser por su movimiento, me perdería horas e incluso días buscándole sentido a tal belleza.

Embobado en su lacia cabellera de tan suave aspecto y luminoso en exceso para ser verdadero, mirando a lo lejos esos dos granos de café tostado que adornan esa delicada carita de ángel.

En ese extraño e hipnótico trance que tal hermosura evocaba y producía en mi, de manera súbita casi violenta, pero al mismo tiempo tan armoniosa gira hacia mi, creo que notó que la miraba, más nuestras miradas se cruzaron, sin despegarse por tan largo tiempo, sintiendo lo que el otro, viviendo con el otro en esa simple mirada. El rubor en mis mejillas comenzaba a ser notorio, el calor que estas emanaban era muy cálido pero también incomodo, esa misma sensación, al parecer contagiosa invadía su pálida cara, la dueña de esos preciosos ojos notandose ya el dulce y tierno color roza en sus blancas mejillas. Solo fracciones de segundo y parecían horas, en las que nos miramos con esa estúpida sonrisa de vergüenza con los ojos clavado en los del otro, pero puedo jurar que fue un momento intenso como sus almas, muy extraño y placentero, pero único e indescriptible…

Minientrada

Soledad

En silencio mantengo aquel recuerdo, mis memorias de un ayer que nostalgia traen; la misma imagen se repite una y otra vez asomándose cada noche, soledad y tristeza por aquella distancia que yo mismo e forjado. Maldito sea ese estúpido sentimiento de vergüenza, que en tus garras reside mi pobre corazón, ¿que tan difícil es hablar?,¿que tan difícil es en verdad demostrar un gesto de cariño, acercarse mas a tu igual?
Maldito demonio que pregona mi auto destierro de la sociedad, alejándome de quienes quiero y de los que tal ves pude conocer…Nadie a llegado a conocerme, mi encerrado corazón, ansía por gritar, pero es la timidez, su eterno verdugo.
Nunca mas te tendré miedo, ya no eres parte de mi.

Recuerdo de una muerte (capitulo 1)

Una nueva entrega, esta vez con un nuevo estilo mas sombrio y en partes, espero que lo disfruten

Sentado en mi oscura habitación pensando sobre cosas de la vida, recordando aquellos momentos en los que creía todo perfecto junto a mi amada Alexandra, la misma que que ya no veo por la caprichosa y fría mano de la muerte. Espíritus de la noche azotan mis sueños, Alexandra con su tortuoso grito grabado en lo profundo de mi subconsciente; esos helados y torcidos metales que terminaron con su conciencia y al mismo tiempo con mi felicidad.

Me levanto de mi oscuro sillón de cuero con mi cabeza llena de sórdidas ideas de muerte y asesinato. Doy unos cuantos paso y miro a mi ventana acariciada por la dulce luz de la luna, dejando entre ver una menuda y oscura silueta de lo que parecía ser un cuervo, esperando por mi fin para devorar y picotear sanguinariamente a los testigos del brutal crimen contra mi amada Alexandra. Admiro la perspicacia de ese oscuro animal, tan ávido de carne y sufrimiento, solo ahí, parado con sus diminutos ojos negros de endemoniada belleza en aquella limpia y clara noche de luna llena. Pienso en tomar un libro, pero mi mente no permite la concentración en palabra o letra alguna, cerca de mi hay una pequeña mesita con papel y mi vieja pluma, mas mis manos temblorosas de venganza no admiten empuñar mas que el silencio y resplandor de una limpia navaja en son de justicia, aquella que aun no llega ni por acto divino, ni por acción de mi gélida estocada.

Mi pesado caminar se aproxima a dejar pasar a la penumbrosa ave a mis aposentos, para poder apreciar mas de cerca su sombrío plumaje hecho de llantos y sangre de sus ya inmóviles víctimas, observar el vacío sin alma en los ojos de ese errante espíritu alado; al abrir el pesado ventanal de madera el animal extiende fugazmente sus esqueléticas alas encendidas en fuego, su chillido estrepitosamente sonaba destrozando todo vidrio en mi habitación, mis temblorosos ojos observaban asustados aquel evento, ¡Alexandra, tu eres la que me acecha por las noches!, ¿Y ahora?…El cuervo se abalanza sobre mi, yo tumbado en el piso observo al endemoniado pájaro transmutar en mi amada Alexandra; su plumaje desaparecía, lentamente aumenta de tamaño y se transformaba en la bella silueta de la mujer que por culpa de otros terminó comiendo tierra en un cementerio, devorada por hambrientos gusanos necrófagos. Alexandra me miraba con unos ojos inyectados en sangre, penetrando en mi alma ya no como antes, perforando mi alma y adentrándome en el pavor de la incertidumbre. A pesar de tenerla tan cerca, ya no se sentía cercana, mucho menos humana.

Un solo y desgarrador grito desesperado bastó para despertarme que aquel terrible sueño, mi cuerpo tembloroso y empapado en terror, solo la agitada respiración en mi pecho me recordaba que esto era real.

Fin capitulo 1

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